jueves, 12 de abril de 2018

El dilema del Erizo

El dilema del erizo de Schopenhauer

Desde que nacemos, nuestro temor más grande es estar solos. Nuestro subconsciente sabe que es difícil satisfacer nuestras necesidades humanas sin relacionarnos con los demás, además somos seres sociales por naturaleza.
Sin embargo, a medida que vamos creciendo y desarrollamos nuestro propio carácter, nos damos cuenta de que la relación con los demás no es fácil, nos herimos con frecuencia a causa de nuestra propia incomprensión e imperfección, de nuestra naturaleza humana, y por otra parte nuestro subconsciente nos pide “mantener las distancias”.
Cuanto más cercana sea la relación entre dos seres, más probable será que se puedan hacer daño el uno al otro. Sin embargo, sin acercamiento se vive el dolor de la soledad.
De esta manera entramos en el “dilema del erizo”, el cual conocí gracias a un seguidor de una serie de anime (Neon Genesis Evangelion). En 1851 el filósofo Arthur Schopenhauer planteó en su obra "Parerga und Paralipomena" la siguiente parábola:
En un frío día de invierno, una manada de erizos se juntan para resguardarse de la helada gracias a su propio calor, amontonándose unos encima de otros. Pero sucedió que se pincharon entre ellos y el dolor fue tal que tuvieron que separarse rápidamente, con lo que otra vez sintieron frío. Así que entre el peligro de morir de frío o de hacerlo por el dolor que se infringían mutuamente con sus espinas, acabaron encontrando la distancia correcta, aquella que les permitía no morir de frío y no hacerse demasiado daño, de manera que el frío y el dolor fuese soportable.
Aunque en la realidad los erizos se las ingenian para acercarse y reproducirse, sino no existirían, podemos imaginar a los erizos que en busca de compañía sufren al igual que las personas, producto de su naturaleza, un encuentro traumático en donde aún con buenas intenciones incluso mutuas, resultarán dañados. La mala noticia para los pobres erizos es que el mundo es hoy como un rosal inmenso: no sólo podemos salir heridos de nuestros encuentros con las personas, sino es también la propia vida la que puede herirnos a nosotros.

Sigmund Freud usó el dilema del erizo para explicar el por qué del aislamiento, la postura que toma el erizo o el hombre ante la adversidad, prefiriendo huir a fin de no lastimar ni ser lastimado.
Aunque la postura de algunas personas sea la de huir por el temor, son incapaces de llevar a fin su anhelo de huir y conseguir una realidad de escape, siendo aún más frustrante, pues inevitablemente no pueden abandonar el dilema.
No es solo el personaje desadaptado quien huye, sino también quien dice para si que no le afecta; aunque no rechaza a las personas si rechaza relaciones serias que puedan llamarse verdaderas relaciones sociales; estas personas aunque no se aíslan de forma tan evidente como los demás, no se aventuran a acercarse demasiado, limitan todo al espacio vital de las espinas, se esfuerzan para que no sean comprendidos ni comprender a los demás, y si se esfuerzan por comprender a los demás es para aprender a protegerse mejor frente al "enemigo". Prefieren mantener las cosas como están a cambiarlas, todo cambio conlleva una etapa previa de inestabilidad, saben lo que esa etapa implica y lo que las espinas implican. Algunos se aíslan de la realidad, más de los que se piensan, pues de nuevo los supuestos que han vencido al dilema sólo están huyendo y aparentando que lo han podido afrontar, no niegan rotundamente la realidad pero solo se enfrentan a ella cuando se "acercan a sus espinas".
Muchos, para evitar ese dolor, además, optan por convertirse en armadillos: endurecen su piel, perdiendo paulatinamente la posibilidad de sentir el calor de los demás y de compartir el suyo propio a cambio de protegerse de las espinas de aquellos que hay a su alrededor. Son gente que confunde la dureza con la fortaleza, que creen que su armadura les hace fuertes, invulnerables, cuando en realidad les convierten en unos inválidos sentimentales. La fortaleza es afrontar los problemas, no resignarse en la aceptación de los mismos.